lunes, 12 de diciembre de 2016

¿Te convertiste?

Cuando ocurre algo diferente que cambia o transforma tu vida de manera auténtica o positiva las demás personas intentan saber que realmente sucedió. Hoy en día casi todo el mundo está conectado a una red social y debido a esto muchos de “tus amigos” pueden llegar a percibir que no eres igual que antes. 

Quizás ahora te comportas de manera diferente, hablas de manera diferente y hasta llegas a pensar de manera diferente a como antes lo hacías. Es bien posible que para los demás luzcas de manera muy extraña y esto crea una gran curiosidad. De hecho somos personas curiosas y eso es parte de nuestra propia naturaleza.

Aunque algunas personas no se sienten cómodas brindando información sobre el cambio tan evidente en sus vidas. Esta es una excelente ocasión de compartir tu experiencia para que los demás puedan recibir la oportunidad de ser transformados de manera genuina. 

Tú, primero que nadie necesitas entender que te sucedió y así podrás explicarlo a los curiosos. También existe la posibilidad de que tengas un deseo muy fuerte de hablarle a otros y contarles pero no sabes cómo hacerlo. Ya sea que te pregunten si tú ¿Te convertiste?, o si tu deseas tener una respuesta coherente y clara que pueda satisfacer tus propias interrogantes y explicar tu transformación. El responsable de ese hermoso cambio es quien único puede aclararlo todo, por tanto es Dios mediante Su Palabra quien tiene mucho que decir.

Todo comenzó en tu corazón

Si en verdad te convertiste debes estar consciente de que ocurrió algo diferente en tu corazón y en lo profundo de tu espíritu. Para comenzar a entenderlo la propia palabra de Dios nos hace la pregunta y nos da la respuesta; "¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu" (1 Juan 4.13).

Comenzó un cambio que es parte de un proceso hermoso que viene como resultado de una obediencia a la voluntad de Dios para ti. Es una resolución sincera mediante una negación a continuar viviendo una vida gobernada por tu ego; tus deseos e ignorancia. Todo comenzó con tu arrepentimiento delante de Dios. Veamos lo que dicen las Sagradas Escrituras:

En primer lugar para uno convertirse necesita primeramente arrepentirse, tal como dice en Hechos 17.30 “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”.

Si en verdad te convertiste, significa que Dios hablo a tu corazón y te hizo consciente de que tus pecados te alejaron de Él.  Significa que entendiste que no se puede tener comunión con el único y soberano Dios Santo estando bajo una sentencia de muerte, tal como dice en Romanos 6.23 “porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro”.

Ahora, por la gracia (favor inmerecido) de Dios y la fe en el sacrificio del Hijo de Dios, puedes confiar en que fuiste justificado debido a que Cristo llevo tus pecados en la cruz y participas de una comunión con El, como dice en Hechos 3.18-20 “Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas: que su Cristo habría de padecer. Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”.

Como parte de ese hermoso proceso de transformación ahora estas cambiando tu mente de manera constante, y esto con la ayuda del Espíritu Santo. Esto se debe a que el arrepentimiento es un cambio en la manera de pensar. La palabra “Arrepentirse” significa “Cambiar completamente nuestra manera de pensar sobre algo, sobre alguien y sobre las cosas.” Esto lo debes saber, pues la palabra “Arrepentimiento” en el griego es “Metanoia” y en su etimología se compone de Meta = Cambio y Noia = Mente.

También debes saber que para que los cambios o la transformación sea genuina, esta no es producida por tu esfuerzo humano pues es Dios quien hace su obra en ti. El Señor continuará motivándote, de manera que continúen los cambios en tu ser interior. Recuerda que todo es parte de un proceso para tu entrar en una obediencia a tu Señor y Salvador; Hechos 2.38 “Y Pedro les dijo: «Arrepiéntanse, y bautícense todos ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados les sean perdonados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo”.

La conversión continúa cuando practicas la obediencia

Somos transformados mediante la poderosa Palabra de Dios y cuando hacemos lo que ella nos dice que hagamos o dejemos de hacer, entonces, nos estamos convirtiendo. No olvides que la Palabra de Dios es viva y eficaz. Solo debes tener presente que mediante la Palabra somos fortalecidos, tal como dice en Salmos 119.93 “Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, Porque con ellos me has vivificado”.

Alégrate, esa Palabra viva te va cambiando o transformando para que como hijo de Dios que ahora eres, puedas llegar a ser semejante a Cristo en su carácter, como se nos exhorta en 1 Juan 3.2-3 “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.

Me pareció interesante que el diccionario secular de la Real Academia Española define la palabra convertir; Hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto de lo que era. Anteriormente mencionamos que convertirse es un proceso. No es solo un acontecimiento aislado que te ocurrió al momento de tu primera experiencia de arrepentimiento delante de Dios. Lamentablemente la tradición religiosa ha hecho mucho daño al describir la conversión del creyente como un acontecimiento que ocurre solamente al principio de la relación con Dios. 

Ten siempre presente que cada día tú, yo y todo aquel que se considere creyente en el Señor Jesucristo debe estar arrepentido y convertido. O sea, me arrepiento y me convierto a Cristo todos los días de mi vida mientras este en este cuerpo de carne y sangre. Podemos ver ese ejemplo en el rey David, el cual le decía a Dios en oración; "Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado. Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado" (Salmos 51.2-3).

Esto es así ya que estamos sujetos a pasiones carnales y si se trata de que perseveres en obediencia a Dios y su Palabra, tu nueva identidad de Hijo de Dios te requiere andar de manera diferente, así lo dice la Palabra de Dios en 1 Pedro 1.14 “Como hijos obedientes, no se conformen a las pasiones que antes tenían estando en su ignorancia”.

Estar convertido es poner refrenar las inclinaciones pecaminosas de tu alma; 1 Pedro 2.11 “Amados, yo los exhorto como a peregrinos y expatriados, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra la vida”. Recuerda que ahora has cambiado tu manera de pensar y quieres agradar a Dios en todo. Por eso renuncias a la manera en que te conducías y dejas que tu Señor te guié por medio del Espíritu Santo y la palabra inspirada de Dios. 

Por eso haces bien en considerar anteponer la voluntad de Dios a la tuya propia, recordando que nada es comparable con la bendición y privilegio de ser ahora un hijo obediente de Dios; 1 Pedro 4.2 “para vivir el tiempo que le queda en la carne, no en las pasiones de los hombres sino en la voluntad de Dios”.

Vas a necesitar unirte a otros que han tenido la misma experiencia que tu. Nada mejor que recibir edificación, fuerzas y consuelo mediante la comunión que tienes con tu familia espiritual. Eso no es una opción, es una necesidad que requiere obediencia, así lo dice en hebreos 10:24-25 “Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca”.

Estar convertido es continuar, es perseverar y no rendirse

Recuerda ante todo que hoy más que nunca vivimos tiempos difíciles, donde la mayoría personas representan una generación que no les agrada estar comprometidos con su salud espiritual. Especialmente si el compromiso requiere mostrar fidelidad a Dios en las decisiones y obligaciones adquiridas.

No obstante, ahora como hijo de Dios le servimos al Señor por amor y no por obligación. No por compromiso religioso, más bien agradecidos de haber sido contados por dignos delante de Dios sin tener mérito alguno.

Por eso cuídate de la influencia negativa del hombre natural de este tiempo, tal como dice en 2 Timoteo 3.1-5 “También debes saber esto: que en los últimos días se presentarán tiempos difíciles. Porque habrá hombres amantes de sí mismos y del dinero. Serán vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos y amantes de los placeres más que de Dios. Tendrán apariencia de piedad pero negarán su eficacia. A estos evita”.

Es bueno que recuerdes que el Señor Jesucristo te ha hecho más que un vencedor pues El venció por ti. Te animo a que continúes y no te rindas, no te detengas. No mires a tu alrededor para que no te debilites en la fe, recuerda que el Señor te llamo a ti a perseverar. Considera lo que dice en Hebreos 12:1-2: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

Por ultimo, te exhorto a que nunca dependas de tus fuerzas para vivir la experiencia de la fe en Jesucristo. Ahora debes confiar en que Él te guía y te guiará, aún en los tiempos difíciles que puedas atravesar. Estar convertido es estar consciente de la salvación como un proceso que disfrutas, pero requiere que seas diligente, eso lo puedes ver en Filipenses 2.12-13 “Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Recuerda que el Señor Jesucristo es el perfecto amor y si mantienes tu mirada puesta en El no hay temor a lo que pueda suceder. Tú has sido llamado a una relación de amor ágape con tu Señor y Salvador. El siempre te guiara y no te desamparara. Pon toda tu confianza en Dios y continua perseverando. "Porque el Señor cuida el *camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición" (Salmos 1.6).


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